En marzo comenzamos un largo recorrido de adaptación. Nos descubrimos resilientes, no sólo al cambio de nuestro espacio laboral, sino también de nuestra manera de trabajar. Este fue sin duda un momento de grandes desafíos para las empresas y los colaboradores dado que nos vimos repentinamente forzados al trabajo remoto.
Hemos adaptado -de la mejor manera posible- las comodidades de nuestros hogares para que sirvan de oficina. Si bien los resultados fueron muy variados, dependiendo del tamaño de la vivienda y de la familia, de la edad de los niños y de las bondades de la conexión a internet, tanto las compañías como los equipos de trabajo descubrimos que esta nueva modalidad traía múltiples beneficios.
Es entonces que nos preguntamos, ¿el home office llegó para quedarse? Y la respuesta es Sí, sin duda. El futuro del trabajo nos presentará un balance entre oficina y home office, trayendo consigo nuevos desafíos para las empresas.
Estamos ante una nueva bisagra en el mundo de la arquitectura corporativa. Las oficinas ya no serán iguales a lo que estábamos acostumbrados y el home office generará cambios culturales en todas las empresas, repercutiendo en las calculadoras de los financieros.
A continuación indagaremos en las 4 principales preguntas que están en la agenda del Real Estate de las grandes compañías. Y que demandan respuestas urgentes.

¿Por qué necesitamos tener una oficina?
Si bien el rol de la oficina física tendrá que redefinirse, esta va seguir siendo el lugar de referencia donde se materialice “el propósito” de la empresa, el punto focal donde se gesten los pequeños encuentros y los grandes logros.
Es muy probable que las tareas que se puedan realizar desde la casa queden en ese ámbito y que, por el contrario, la oficina se consolide como espacio de reunión y de encuentro. Pero difícilmente podamos concebir una empresa sin un espacio donde sucedan las reuniones de directorio, un archivo con información de recursos humanos o una cafetería donde ocurran las charlas de café. Estas cuestiones no logran adaptarse completamente a la nueva virtualidad. Imaginemos lo desconcertante que sería el proceso de incorporación de un nuevo miembro del equipo a través de reuniones de Zoom! O festejar el cumplimiento de metas brindando por Whatsapp.
La oficina física va a ser clave para la vida social de la empresa. Es justamente allí donde se consolidarán los grupos de trabajo y se forjará la parte humana de las relaciones laborales, sin pantallas de por medio.
Necesitamos comenzar a pensar a la oficina como un espacio para el intercambio; un espacio colaborativo y flexible, de planta libre que potencie la creatividad, la interacción y la vida social de la empresa, fomentando la espontaneidad. A estos conceptos se les sumarán las áreas al aire libre, el contacto con la naturaleza y la búsqueda de lugares más cálidos y relajados, que estén más asemejados al hogar.
Algo fundamental en este punto es que cobrará aún más fuerza el rol de la oficina como comunicador de la identidad y de la cultura de la compañía. Será la encargada de transmitir el propio espíritu de la empresa y hacer a sus empleados sentirse parte y “ponerse la camiseta”.
Es importante tomar en consideración que no todos tienen en su casa las mejores condiciones para concentrarse en el trabajo. Y muchos puestos van a necesitar trabajar en un lugar determinado, por su cercanía a la planta productiva, a oficinas públicas o al sitio donde se presta un servicio.